martes, 12 de febrero de 2013

un rey dilemático que no sabe vivir la vida viva

Hubo una vez un rey que vivió cuarenta años en un sótano y dijo más verdades que medio millón de personas de distintas generaciones y épocas. Ese rey reinaba sobre el único y verdadero reino posible.

Hubo una vez un rey reinante. Solo uno. Uno verdadero. Que reinó sobre un alma atormentada. Uno que pudo dominarla toda y completamente a esa pobre, incorregible, estrecha, codiciosa y enferma alma (conciente, y por ello completamente humana).

El rey y sus súbditos asistían a una vida todos apiñados en un territorio tan pequeño como pueden significar cuatro paredes y un escritorio ajenos completamente a su reino. Fue siempre imparcial para dictar sentencia y su carácter osado y pretencioso, su repugnante modo de decir las cosas, sin cálculo alguno porque no hacía falta, lo convertía en el rey. el rey que reinaba en el delirio. En el delirante deseo de preservarse a si mismo de convertirse en una "tuerca". De preservarse de razonamientos y simulaciones aritméticas. Dos más dos. Cuatro. Llegar a su castillo y hacer los deberes de rey. Dos mas dos. Cuatro. Refrenar su instinto de caos y destrucción. Quiero romper un plato. Dos mas dos. Cinco. Alegrarse por ver cinco. Su destino estaba más que claro, la prudencia lo convertía en un rey prudente. La prudencia lo alejaba de la osadía, del cinco. La osadía lo acercaba a lo bello, a lo sublime, al caos, al desentendimiento. A contradecir su voluntad de razón. Si razonaba se perdía un cinco cada día. dos más dos es cuatro. seguir engranando. seguir caminando, obtuso y mediocre, para llegar siempre a cuatro. dos mas dos. se repetía. prefería su reinado cuando conseguía más "cincos". su propia desobediencia le daba más y más poder sobre el reino que con la prudencia, iba muriendo de aburrimiento, de sopor, de angustia o de felicidad vulgar.

Cavilaba sobre qué reinar y por qué. Su voluntad se estremecía en el dilema. Ir contra su razón, o ir contra su deseo, que cuantas veces oh! dios! han estado de acuerdo (sin duda muy pocas). La razón gana cuatros. El deseo gana cincos. Vaya aritmética que manifiesta el sueño humano de convertirnos en seres abstractos!
Todavía el rey reinante, baja varios niveles en su corazón viciado para poder seguir viviendo. Y desde allí. Obedece sus propias e inacabadas sentencias. Finalmente ha llegado: el "conflicto con la realidad", presume.
Se ha consolado con la mentira de llamar prudencia
a la cobardía.

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