sábado, 5 de febrero de 2022

gente vacía

 Repugnante


Una búsqueda de satisfacción que no calla

Una satisfacción que se escapa

Qué importancia tiene la vida ajena cuando la que se vive es vacua, insípida

Qué conmueve a un corazón que lo pide todo y que no es capaz de dar nada en absoluto

Dios. Y la idea de Dios.

Que suplicio vivir

Que invento siniestro, el tiempo

Sujetos a que pase, sujetos a detenerlo, sujetos a El

Olvidar el tiempo es quedarse sin memoria y quedarse con ella es la perdición

Sin embargo  ella lo seguía queriendo como el primer día y el ya la había olvidado por completo, olvidado como era en verdad, no como él la estaba imaginando, no como esa mujer a medida de sus sueños, sus ansiedades, sus anhelos de intimidad.

Se conformaba con eso. Con soñarla y crearla cada vez mas lejana, indescifrable. Por el contrario ella lo amaba en sus errores, en sus conflictos, en su bobera.

El era tonto y torpe, apenas si sabía leer, ni hablar de escribir. Era la persona más desafinada que había escuchado, pero lo había escuchado cantar en su oído, y deseaba no haberlo sentido nunca tan cerca. Lo amaba en su humanidad, lo amaba como aman los animales, simplemente.

Que hacer, se preguntaba, con un amor tan real, y otro tan ficticio?

Que hacer con un amor a medias? solo quedaba dejarlo ir. Pero, se puede dejar ir un sentimiento, se preguntaba mientras soportaba ese duro martillar de cada uno de los latidos de su corazón? 

No estaba vacía, reflexionaba, al menos no estaba vacía como es gente que a menudo se quedaba freezada ante el más mínimo movimiento de amar. 

Enmudecí. Dijo.

Pero lo dijo justo despues de hablar de amor hasta el hartazgo.

Algo de todo eso no fue cierto y me parta un rayo amar algo tan real y por tanto, tan monstruoso. Un enorme y frío corazón de papel. 

Gente vacía.

Finalmente vacía, llena, pero de vacío.




35MM

El día que nos agarró la lluvia no me lo contó nadie.

El día que en el patio hablábamos, y mientras hablábamos reíamos y fumábamos y tomábamos aquella sidra neuquina, nos agarró el chaparrón. Con el chaparrón, pasamos del calor infernal del verano, a un suave y refrescante otoño, sin paradas intermedias, sin ningun tren ni subte que nos llevara o nos trajera de allí.

Con el chaparrón encima nuestro, nos dibujamos una sonrisa de esas que quieren decir algo más pero no se animan.

Aca no se anima el que no quiere, dijeron tuos ojos, correspondidos como una promesa eterna de amor. Tus manos dijeron a las mías que no había tiempo que perder, y como dos peces boqueando fuera del mar, nos sumergimos en esa nube de blanca inmensidad. Unas lenguas voraces se entusiasmaron y unos palpitares de cine mudo se apropiaron del momento donde todo transcurre en absoluto silencio dentro de cada cuerpo, como con cierta verguenza. Mientras las gotas caian al piso estrepitosas, a medio vestir nos desahogamos a plena luz del día, a hurtadillas. Nos desplazamos lo más cerca posibe de manera de no llamar la atención y nos dejamos mojar, lavar y planchar por el instante que aún hace ecos en mi espalda. Resuena el repiqueteo de las gotas enormes, cargadas de frio, golpeando el caluroso patio de azulejos gastados en aquel pasillo de mi vida. Tu aliento olía a pasto recién cortado y a flores de invierno. Ese día, en ese ambiente irreal de
35 milímetros, supe que me amabas pero que pronto deberías irte. Y te fuiste.