lunes, 4 de abril de 2022

perder lo perdido

Un dia me di cuenta que mí arte era el de perder el tiempo y el de contentarme con pocas palabras halagueñas.

No es cosa sencilla perder el tiempo, perderlo, alejarlo de la mente. Conocí muy pocas personas , por decir,  que lo supieran hacer con cierta destreza . Las personas no saben que hacer si les toca un rato o todo un día de tiempo para perder. Porque no hay escapatoria cuando toca. Saber hacer sin hacer nada es arte al cuadrado. Me siento Borges , Evita y Maradona. Sola o acompañada, haciendo sin hacer nada, viviendo horas y horas en una nube florida o triste, no importa. La cuestión es perder la noción. Perder la noción irreparable en nuestras mentes que algo pasa entre una cosa y otra. 


Gravedad Cero

 Gravedad cero



¿Dónde ocurren las cosas que me ocurren?

¿Dónde encuentro lo que ya pasó?

Es ahí, sin gravedad, dónde ocurre todo?

¿Son las cosas reales para mí, allí?  O en otro lugar?

¿Dónde ocurren las cosas?

Mí memoria no inscribe en el cuerpo las palabras que suscita. Se van. Se pierden en las más variadas bifurcaciones. 

Dejan de existir . 


sábado, 19 de marzo de 2022

ansiedad

 ¿Tiene  acaso un pájaro el apuro cuando se alza en vuelo, y el aire contra su pecho lo convierte en un planeador experto?

¿Tiene acaso, apuro, la flor en mostrarse bella, única?

¿Tiene apuro incluso, la semilla en germinar?


El único que apura las cosas es el pensamiento.

Viejos hábitos

Soy alguien, a fin de cuentas, sin mis viejos hábitos?

Hay otra, más allá de mi misma? 


Qué hay, si me encuentrara con ella?

De algo estoy muy segura

Le preguntaría:

podrías cambiar esta forma de ser, 

                                                        o aquella otra, que es impostada, reiterada?

Acaso estas preguntas no son ya parte de mis viejos hábitos inútiles?

Es tan difícil salir de un bucle malicioso?

La respuesta se se vueve molesta e intrincada. Ajena.

La pregunta misma es pura circunvalación


Mas me valdría encontrar una pregunta nueva, definitiva, que no estuviera hecha de palabras, ni siquiera de pensamiento, sabido de memoria

Una pregunta viva! Suelta! Exterior!

Sin respuesta 


sábado, 5 de febrero de 2022

gente vacía

 Repugnante


Una búsqueda de satisfacción que no calla

Una satisfacción que se escapa

Qué importancia tiene la vida ajena cuando la que se vive es vacua, insípida

Qué conmueve a un corazón que lo pide todo y que no es capaz de dar nada en absoluto

Dios. Y la idea de Dios.

Que suplicio vivir

Que invento siniestro, el tiempo

Sujetos a que pase, sujetos a detenerlo, sujetos a El

Olvidar el tiempo es quedarse sin memoria y quedarse con ella es la perdición

Sin embargo  ella lo seguía queriendo como el primer día y el ya la había olvidado por completo, olvidado como era en verdad, no como él la estaba imaginando, no como esa mujer a medida de sus sueños, sus ansiedades, sus anhelos de intimidad.

Se conformaba con eso. Con soñarla y crearla cada vez mas lejana, indescifrable. Por el contrario ella lo amaba en sus errores, en sus conflictos, en su bobera.

El era tonto y torpe, apenas si sabía leer, ni hablar de escribir. Era la persona más desafinada que había escuchado, pero lo había escuchado cantar en su oído, y deseaba no haberlo sentido nunca tan cerca. Lo amaba en su humanidad, lo amaba como aman los animales, simplemente.

Que hacer, se preguntaba, con un amor tan real, y otro tan ficticio?

Que hacer con un amor a medias? solo quedaba dejarlo ir. Pero, se puede dejar ir un sentimiento, se preguntaba mientras soportaba ese duro martillar de cada uno de los latidos de su corazón? 

No estaba vacía, reflexionaba, al menos no estaba vacía como es gente que a menudo se quedaba freezada ante el más mínimo movimiento de amar. 

Enmudecí. Dijo.

Pero lo dijo justo despues de hablar de amor hasta el hartazgo.

Algo de todo eso no fue cierto y me parta un rayo amar algo tan real y por tanto, tan monstruoso. Un enorme y frío corazón de papel. 

Gente vacía.

Finalmente vacía, llena, pero de vacío.




35MM

El día que nos agarró la lluvia no me lo contó nadie.

El día que en el patio hablábamos, y mientras hablábamos reíamos y fumábamos y tomábamos aquella sidra neuquina, nos agarró el chaparrón. Con el chaparrón, pasamos del calor infernal del verano, a un suave y refrescante otoño, sin paradas intermedias, sin ningun tren ni subte que nos llevara o nos trajera de allí.

Con el chaparrón encima nuestro, nos dibujamos una sonrisa de esas que quieren decir algo más pero no se animan.

Aca no se anima el que no quiere, dijeron tuos ojos, correspondidos como una promesa eterna de amor. Tus manos dijeron a las mías que no había tiempo que perder, y como dos peces boqueando fuera del mar, nos sumergimos en esa nube de blanca inmensidad. Unas lenguas voraces se entusiasmaron y unos palpitares de cine mudo se apropiaron del momento donde todo transcurre en absoluto silencio dentro de cada cuerpo, como con cierta verguenza. Mientras las gotas caian al piso estrepitosas, a medio vestir nos desahogamos a plena luz del día, a hurtadillas. Nos desplazamos lo más cerca posibe de manera de no llamar la atención y nos dejamos mojar, lavar y planchar por el instante que aún hace ecos en mi espalda. Resuena el repiqueteo de las gotas enormes, cargadas de frio, golpeando el caluroso patio de azulejos gastados en aquel pasillo de mi vida. Tu aliento olía a pasto recién cortado y a flores de invierno. Ese día, en ese ambiente irreal de
35 milímetros, supe que me amabas pero que pronto deberías irte. Y te fuiste.

viernes, 28 de enero de 2022

el arrebato místico de Julieta



Bendita sea la mujer que te toque

Bendita sea el agua que cae todas las mañanas sobre tu rostro, y cada hora que recorre tu cuerpo

Tu cuerpo esbelto y claro

Tu piel dorada y tus pelos, cada uno de ellos, benditos por haber acariciado mí alma

Benditos los caminos que recorren tus pies, que tienen la suerte de ir llevándote en tu destino

Bendito sea el aire que se posa a tu alrededor y te da vida, con solo estar bailando fresca y calurosamente a cada instante de tu existencia

Y bendito sea el espacio que recorren tus piernas, la mesa donde se apoyan tus manos y tus brazos, cuando la vida pasa y se queda en un gesto, que por cierto, bendito sea cada gesto, cada gesto tuyo que no puedo admirar, pero conozco de memoria

De memoria recito esta conferencia sobre tu existencia, y el regocijo producto de recordarla, de sentirla como una corazonada a cada rato

Benditos tus ojos y tu boca que me han dado de mirar y de beber un elixir que me sirve de amuleto, me sirve de memoria de los tiempos inmemoriales dónde se detienen los suspiros, los anhelos, los pensamientos.

Bienaventurados aquellos que te crucen y te vean venir.

sábado, 22 de enero de 2022

un final doble para la angelita de mariana enriquez

Un bebe muerto paseando de la mano de una niña de once años no parece nada raro en el universo de la literatura. Pero que este mismo bebe, se pudra mientas pasea y busca los propios huesos perdidos en su desentierro, es otra cosa. Si bien la pobre angelita no descansa en paz por causa de estos últimos finales de su vida, procura caer bien y parece no importarle nada eso de estar descomponiéndose todo el tiempo. Esto ultimo es lo mas escandaloso. Al principio a nadie le gustaba su presencia, pero era de todos modos, imposible revertir su estado. Cuando la llenaron de vendas e intentaron frenar el retroceso de su vida en lo tejidos de su cuerpo verdinegro, lo único que lograron fue que se cayeran aun mas, y cuando quisieron asesinarla, se percataron que la pobre se volvía aun mas aterradora y encima de mal humor. Nada funcionaba con ella. Angelita demandaba mucho. Había que entretenerla para que no saliera mucho a la calle y espantara a los niños, sobre todo por los traumas que pudiera provocar en ellos. Los adultos que ya la habían tratado, se alarmaban y agarraban la boca y la nariz con las manos para no escandalizar al resto con grandes sobresaltos. La única que parecía encantada con pasar tanto tiempo con ella era Romi, la china de enfrente. Ella con su falta de erres y sus eles alargadas se entendía muy bien con la bebe muerta. Incluso llegó a prestarle la heladera todo el tiempo que angelita quisiera. Era mejor para ella estar refrigerada, y mas cuando venia el calor del verano en buenos aires. los vivos también se descomponían, pensó angelita, que ya no pensaba como un bebé y empezaba a hablar farfullando alguna cosa sobre los yogures. 
Si bien Angelita quería estar todo el día con su desenterradora, y trataba de no perderla de vista, pasar las horas de la tarde con Romi le parecía toda una aventura. Romi con el tiempo abandonó el castellano cuando le hablaba y Angelita comenzó a entablar farfullaciones con ella en chino a la edad inmortal de 3 los tres años. Gracias a las tardes pasadas en la heladera, creo que duró más y al poco tiempo la ayudaba en las góndolas como agradecimiento. Pronto se ocupaba de reponer las mayonesas, que salían mucho y de hornear el pan. Nunca le gusto cortar fiambre, quizás porque le recordaría que ella estaba muerta. Un día le pidió a su desenterradora si podía ir a vivir al supermercado, que allí se sentía bien y allí se quedó, con Romi, hablando mandarín, reponiendo alimentos no perecederos en los estantes y durmiendo la siesta entre los quesos y las mantecas. Los vecinos del barrio ya se habían acostumbrado, -los que la veían-, a que no hacia nada la bebe en descomposición verdinegra que farfullaba mandarín con Romi. Hasta le tomaron cariño y le ofrecían helados. Incluso una señora muy mayor, un día le propuso llevarla -sin tocarla, porque se desprendía su piel y quedaba a hueso limpio-, a los lagos de Palermo a darle de comer a los patos. La señora Amalia como ya se había dicho, era muy mayor y no reacciono a tiempo cuando una bandada de patos verdinegros, primero la chuzó a la angelita, y luego se la comió. No dejaron ni los huesos, que en el entrevero fueron a parar al fondo de los lagos verdosos sin ninguna dirección. 
Aquellos patos perpetradores de la masacre, hoy se los puede ver de lejos y parecen normales, pero si se acercan, se puede observar como nadan mientras se van descomponiendo.


coincidencia 1848

 La escritora se sienta frente a la pagina en blanco y siente como su corazón obstruye y destruye al mismo tiempo sus proyectos. Piensa, se enreda, se momifica, pasan los siglos y el cursor sigue ahí, inalterable, inalterado, como esperando el instante en que de pronto se convierta en letra. 
No puede más. 
Aquella sentencia, enunciada por su padre, en aquel tiempo sin memoria, su infancia, la convirtió en piedra, "no escribirás, a menos que sea para poder decir algo". Decir algo, masculla dentro suyo. Una mujer con sombrero de lencería azul y negro, la calle de tierra que le moja sus botas de cordones recién estrenadas, apenas usadas unos pocos metros, un carruaje que se detiene a buscarla, un caballero que la espera y sin embargo, su cabeza está en otra parte, dentro de una piscina, o fuera de ella, pero en bañador. Su mente vaga y se entretiene con las olitas que hacen los nadadores en su intento por realizar la brazada al tiempo que la patada lo impulsa, el olor a cloro la penetra como distraído, y la envuelve suavemente. Exhala largamente en medio de un grave mareo. En otro lado, su pequeño pie de alfombra negra se aprieta contra el escalón desgastado de la cabina del redondo gabinete encortinado, que pronto irá a los saltos con ella dentro. El caballero encopado, embigotado hasta el ridículo que va de acompañante y es su prometido, le pregunta: ud siente, duquesa margarita, ese olor a cloro tan extravagante? que mal gusto, andar rociando las veredas con tan poco ilustre fragancia, no? será por los cadáveres? Cuando sus oídos escucharon la palabra cadáveres, sus bañistas cayeron todos muertos y flotaron en la pileta sin hacer ninguna ola, sin comprometerse con la brazada ni con la patada al tiempo justo, coincidiendo con ese envión que los llevara hacia adelante. Los cadáveres flotantes en medio del vapor y de las toallas, ya no olían a músculos contraídos, ni a cuerpos desnudos de hombres con buen porte y disposición. Solo estaban allí, como islotes de otro tiempo. Todos habían sido pasados por el vil metal, y de a poco se iban hundiendo, hundiendo, hundiendo, llenando sus pulmones de agua hasta el ultimo aliento. Están todos muertos, pensó. 
Cuando llegaron al salón, la duquesa ya no estaba. Había preferido el agua en los pulmones y no el horror de vivir en lo sucesivo. 
Cuando la escritora recordó esta historia, llevaba puestos los guantes de goma mientras limpiaba el baño con agua clorada.
Llevo dentro mío tres universos, cual santa trinidad, se dijo. Uno que me trajo hasta acá, otro que recuerdo en ciertas ocasiones y este que se va desagotando. Nací en 1848, fui una duquesa suicida, pero también recuerdo haber tenido un padre que me dijo aquella frase. Hoy solo imagino mientras limpio cada azulejo enmohecido, y retiro cada hongo emergido de entre ellos, que escribo sobre un papel, una vieja historia de desamor, de cuerpos flotando en medio del vapor o tirados en las calles, pasados a sable.